Que nada vuelva a ser como antes… ¡Que esta cuarentena sea una revolución personal y social!
Miedo, angustia, tristeza, frustración, desconcierto… Lo que está claro es que la situación de emergencia mundial nos ha puesto al límite en todos los sentidos, y eso también ha despertado en nosotras nuevas emociones. Nos ha hecho reflexionar sobre grandes y pequeñas cosas de la vida: sobre el ritmo de las cosas y el paso del tiempo, sobre nuestras rutinas, nuestros valores y nuestros sueños (cumplidos o por cumplir), sobre lo que funciona y lo que no en nuestras sociedades, y lo afortunados que somos en unos países respecto a otros, sobre lo que significa realmente la solidaridad, sobre el planeta y el impacto de la humanidad, sobre el efecto que tenemos en el mundo… Si algo tengo claro es que estoy aprendiendo día a día, y tengo un gran deseo para cuando esto termine (o vaya pasando…)
¡Que nada vuelva a ser como antes!
Porque de todo este mejunje sentimental y experiencial, de todo lo que ha cambiado, espero que algunas lecciones no desaparezcan:
Sigamos apreciando y valorando los trabajos de cuidados y de servicios básicos
Nos hemos dado cuenta de que los y las médicos y enfermeros, transportistas, barrenderas/os, limpiadores/as, camioneros/as, repartidores/as, las cajeros/as del supermercado, cuidadoras/es, maestros/as… son imprescindibles para que una sociedad siga adelante. Que sin ellos y ellas, las sociedades están vacías y que lo que por norma se consideran trabajos «de tercera», son en realidad los que nos mantienen vivos. Defendamos y valoremos los trabajos de cuidados y de servicios básicos! Que todo esto sirva para que las personas que se dedican a los cuidados y a los servicios básicos ganen sueldos justos y su trabajo sea valorado como merece, no solo ahora que nos parecen imprescindibles, porque siempre lo son y lo serán.
Estamos pasando tiempo con nuestro núcleo familiar de forma distinta, como nunca antes. ¡Sigamos exigiéndonos tiempo de calidad con los nuestros!
Estamos juntos las 24 horas del día, y hasta nuestra casa se ha transformado: en oficina, escuela, parque de juegos, gimnasio, restaurante, prado para hacer picnic… Nos hemos adaptado a todo y no ha sido fácil. Pero poder pasar más tiempo con los nuestros no tiene precio: comer juntos cada día, hablar de todo y de nada, reír y llorar, y jugar, jugar y jugar con nuestros hijos e hijas! Hemos inventado historias, hecho pasteles, transformado el salón en sala de conciertos, teatro, circo… E incluso recuperado juegos que teníamos olvidados en nuestra memoria, o inventado juegos y manualidades increíbles! Compaginarlo con el trabajo y la vida diaria es realmente agotador. Pero estoy segura de que recordaremos estos momentos toda la vida. Luchemos por la conciliación y por pasar tiempo de calidad con nuestros hijos!
Hemos ampliado con creces nuestras habilidades. ¡Que no paren!
Nos hemos convertido en cocineros, labradores, hortelanos, artesanos y artistas, fontaneros o electricistas… Modistos, zapateros o bailarines. Hemos aprendido a hacer muchas cosas en casa que antes no hacíamos. Hemos hecho pan y tartas, platos gurmet, croquetas, torrijas (yo al menos aprovechando para cocinar un poco de melancolía española!), hemos experimentado con colorantes y texturas. Vale, igual no nos ha salido todo bien (los dulces no son lo mio por desgracia), pero lo hemos intentado! Hemos dejado volar nuestra imaginación y salido de nuestra zona mental de confort. Antes de todo esto ya llevaba un tiempo haciendo también jabones, champús, y otros cosméticos con productos naturales… en esta temporada, saber que puedo producir muchas de las cosas básicas que necesito, me ha dado mucha tranquilidad e infinita satisfacción. Si no has probado aún y tienes curiosidad, te invito a hacerlo. ¡Sigamos desatando nuestra imaginación y desarrollando nuestras habilidades para la vida!
Hemos reorganizado nuestros valores y nuestros sueños. ¡Que no se nos olviden!
Nos hemos dado cuenta de que nos hace falta mucho menos de lo que pensábamos para estar bien y ser felices: un ratito de sol, una buena comida, la llamada de un amigo… Consumir y gastar ha pasado a un segundo plano y estamos aprendiendo a aprovechar todo lo que tenemos en casa. Y no nos falta de nada (o lo que nos falta puede esperar). Que no se nos olvide cuáles son las cosas realmente importantes para la vida.
En estos días, me ha quedado clarísimo que lo que me lo que me mantiene viva, lo que me da paz son cosas sencillas: pasar tiempo con los míos (y hablar a menudo con los que tengo lejos), cuidar de ellos (y que me cuiden, claro!), comer bien, mis plantas, el huerto, mis gatos… pasar tiempo en contacto con la naturaleza, y un poco de cultura! La música, el cine, los libros (y también la magia, la ópera, todo!)… son alimento para la mente y el espíritu, y aunque muchas veces también se considera algo secundario, en este tiempo de encierro, es algo que creo que a todas y a todos nos ha aportado, no solo momentos de entretenimiento, sino también momentos de emoción, de reflexión, de alegría, de desahogo… Defendamos el acceso a la cultura de calidad.
Todo vale y nada se tira. ¡Sigamos reduciendo nuestros residuos! (y aprovechándolo todo)
No sé vosotras… Yo he alucinado con la cantidad de cosas que he podido arreglar, reutilizar, reparar, reusar, y reinvintar en estos días. Quizás hace unos meses, muchas cosas las habría aparcado o desechado y habría comprado otras nuevas. Pero durante este tiempo, con las tiendas cerradas, 3/4 personas en casa y limitados recursos… he visto como con un poco de imaginación, realmente no son tan limitados, dan para mucho muchísimo. Las cajas de fruta se han convertido en trenes de alto recorrido, las telas o ropas viejas en disfraces, muñecos, adornos, los restos de verduras en nuevos brotes. Con harina y colorantes alimentarios hemos hecho (aparte de pan) adornos de primavera y de pascua, plastilina y mil cosas más. El hilo de pescar y el esparadrapo sirven para arreglarlo casi todo. Y es que nos hemos convertido en una especie de McGivers (el que arreglaba todo con esparadrapo chicle). Que se rompe algo, lo arreglo. Que falta algo, siempre hay alternativa. Lo que está claro es que NO SE TIRA NADA. Cuanto más limitados están los recursos, más nos damos cuenta de su valor. Sigamos valorando lo que tenemos, y evitando el desperdicio! por nosotros mismos y por el planeta.
Seamos más empáticos y solidarios
A nivel político, siento una gran decepción con la falta de solidaridad en Europa. En Italia hemos recibido más ayuda de países como China o Cuba que de nuestros propios vecinos. A nivel personal hemos aprendido a mirar a los vecinos de otra manera. A conocer a muchos que hasta hace poco eran invisibles. Sea a nivel global o individual, para mí está claro que compartir recursos, conocimiento y experiencias nos hace mucho más ricos, y nos proporciona muchas ventajas frente a las adversidades. Espero que la solidaridad se considere algo imprescindible en el futuro próximo.
También podemos ser más humanos y humildes
Una de las cosas que me han gustado de esta temporada, y que me han hecho sentir más tranquila con la vida, ha sido ver la parte más humana de la gente… Ver a los hijos de mis compañeras y compañeros de trabajo correteando por detrás en las reuniones virtuales, verlos en pantuflas o sin afeitar… ver a los vecinos que salen a sacar la basura arreglados como de domingo… En fin, ver esa cara que normalmente escondemos un poquito a los demás, pero que al final nos hace a todos más parecidos y ayuda a entender que todos tenemos nuestros días buenos y malos, nuestros problemas, nuestros sueños… que no somos de piedra y que no pasa nada por mostrar un poquito esas «imperfecciones de la vida real». Que todo esto nos permita ser más naturales y cercanos, más humanos.
Por otro lado, para mí una extraña lección de todo esto ha sido darme cuenta de que en realidad muchas veces ayudamos más haciéndonos pequeñitos, parando, quedándonos quietecitos en casa, dejando de actuar. Y es una lección extraña, yo siempre he creído en el activismo, en salir a la calle, en protestar… Pero esta vez nos ha tocado aprender que reducir el ritmo a veces es mejor para todos. Que no podemos resolverlo todo, o no de forma individual. Humildad.
Acostumbrémonos a respirar aire más puro
Hemos visto como en pocas semanas, el parón de transporte y movimiento humano ha ayudado a mejorar muchísimo la calidad del aire, muchas especies de platas y animales se están recuperando o han vuelto a lugares donde no se veían desde hacía mucho tiempo. Es una lección dura, pero muy real: el mundo no nos necesita, somos nosotros los que necesitamos al mundo, un mundo sano, un mundo en el que quepamos todos y todas, en el que dejemos respirar a los demás tal y como nos gusta respirar a a nosotros.
Prueba de ello es que los animales están volviendo a lugares donde hace muchos años no se veían, gracias a la ausencia de humanos. Delfines en los puertos de Trieste, cisnes y peces en los canales de Venecia, jabalíes en las calles de Barcelona, osos en zonas rurales… la naturaleza sigue su curso y nos manda un mensaje, dejando muy claro que nuestra huella es demasiado grande, que se nos ha ido de las manos pero que aun estamos a tiempo de responder de otra manera. Espero que todo esto haya servido para darnos cuenta de lo importante que es «decrecer», cambiar de paradigma, apostar por un sistema que sea más ecuo y respetuoso con el medio en el que vivimos. Que aquellos que han decidido coger la bici para evitar el contacto humano, lo sigan haciendo porque es más sano y ecológico. Que se invierta más en políticas verdes, que se aproveche esta crisis, como una oportunidad para establecer un nuevo orden de prioridades.
Que los abrazos sean sentidos
Como los que tanto me gustaría dar a mis padres, mi hermana, mi sobrina, mis amigos y amigas. Esos que reconfortan, que cargan las pilas, que hacen suspirar, que te reconectan con el mundo. Esos abrazos que ahora nos faltan tanto… démoslos más sentidos que nunca. Porque son curativos y fortalecen. En cuanto esto acabe, tengo preparados unos cuantos para unas cuantas personas…